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Tubo de alta ventilación TAV

Foto del escritor: Manifiesto x AguilasManifiesto x Aguilas

Estaban un día de charleta Musk, Bezos y Zuckerberg hablando de cómo joder al personal para hacerlos más felices y se les ocurrió una gran idea, dominar las nubes para regar los desiertos. Con imaginación desbordante llegaron rápidamente a una conclusión, conseguir que las nubes superaran las barreras montañosas para llover donde no solía y vieron la

posibilidad de regar el desierto de Atacama si lograban que las nubes de la cuenca del Amazonas traspasaran la barrera de los Andes. Musk no lo dudó un instante, eso es fácil, hacemos un túnel en los Andes a la altura de las nubes y las pastoreamos hasta la vertiente occidental, o sea, hacia el Pacífico, luego va el Himalaya y en cualquier momento abordamos los Picos de Europa. Musk alardeaba de saber geografía. Descartaron los Alpes porque llovía a los dos lados, y también el Atlas porque no llovía por ninguno. Bezos, especialista en comunicación, puso el nombre Tubo de Alta Ventilación. Zuckerberg no se quedó atrás y propuso y organizó una fantástica rueda de prensa para dar a conocer a la humanidad la propuesta.


Dicho y hecho, una rueda de prensa con música, alarde audiovisual y canapés, que fue un éxito de crítica y público, como no podía ser de otra manera –o sí–.

Esta obra de geoingeniería, recalcaron los ponentes, sigue y mejora la estela del siglo pasado que con el canal de Panamá y el de Suez comunicaron los océanos facilitando la navegación naval. Nosotros ahora comunicamos los cielos facilitando la circulación nebulosa celestial. Aplausos. Ingenieros, geólogos, geógrafos, climatólogos y especialistas varios de las universidades más prestigiosas hacían cola para proponer soluciones técnicas y, de paso, cobrar. No decimos ingenieras, etc. porque no había ninguna tan ingenua como sus colegas masculinos. La ONU creó la consabida Comisión Científica Internacional que se puso a trabajar de inmediato. Unos se fueron a los Andes a sacar fotografías, hacer mediciones y todo lo habitual cuando se trata de túneles. Otros fueron en helicóptero a través de las nubes para hacer sus cálculos y otro grupo vino a las Canarias para ver la experiencia de Timanfaya. Ah! que no se hizo , pues en Nueva York no nos dijeron nada, podremos por lo menos hablar con el alcalde, ver planos, cálculos y cosas así, esto lo tendrán ¿no? El grupo de especialistas de Timanfaya sacó una conclusión –no podían volver con las manos vacías– las paredes del tubo deberían estar bien pulidas para suavizar el rozamiento de las nubes.


La financiación no ofreció ningún problema, pues siendo los promotores los más ricos del mundo, bancos, fondos buitre y filántropos se apresuraron a ofrecer financiación, allí había negocio seguro. Total, que a los tres mosqueteros no les

iba a costar nada, solo lo que gastaron en los canapés de la presentación. Corría tanto el dinero en todas las divisas que ni siquiera se molestó nadie en hacer un presupuesto, a gastar, a gastar que ya se irá pagando. Un alcalde aymara llevó una protesta a la ONU pues, según decía, la legislación vigente exigía que hubiera tres presupuestos, y un maillu de la zona denunció que no había el preceptivo estudio de impacto ambiental. De ellos nunca más se supo, pues la prensa internacional y las televisiones estaban enfrascadas –y sus directivos también estaban bastante enfrascados– en la gran noticia de la geoingeniería planetaria y de la colaboración mundial, un anuncio de paz y prosperidad, etcétera. Según otras fuentes si nunca más se supo fue por otras razones.


Ya tenemos proyecto, un tubo de un pilón de kilómetros, a 5.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, con un diámetro de 150 metros – el diámetro fue propuesto por los del helicóptero para que las nubes pasaran con el menor daño posible–flanqueado por potentes supermega aspiradores que conduciría la masa nubosa a la boca del tubo, y en las cimas soleadas paneles solares para alimentar a los supermega aspiradores. Como se ve los proyectistas pensaron en todo, no hacía falta ningún estudio de impacto ambiental porque el proyecto era bien respetuoso con el medio ambiente. A la salida no se necesitaba más tecnología, porque la capacidad dispersativa (quizá tenemos un pequeño problema de traducción del inglés) de la atmósfera en aquellos parajes distribuiría equitativamente las nubes en el entorno. La obra se haría en el tiempo record de tres años gracias a la gran experiencia adquirida por el sector en la construcción de Trenes de Alta Velocidad (TAV). Esta coincidencia de siglas les pareció un buen augurio Los trabajos se acometerían desde las dos vertientes para evitar conflictos diplomáticos.


La perforación del tubo no tuvo problemas, aunque alguien planteó qué se iba a hacer con la gran cantidad de escombros que salían del enorme agujero. Sencillo, dos plantas de tratamiento en cada vertiente que seleccionarían los minerales más preciados –cobre, oro, niquel y lo que se vaya encontrando– y los pedruscos a sendas escombreras, pues servirán para la construcción de autopistas y otras necesidades que el desarrollo agrícola del desierto de Atacama necesitaría a corto plazo. Cuando ya llevaban cinco kilómetros perforados, un peón que había sido albañil le dijo al ingeniero que el tubo no estaba nivelado, que él con su nivel veía una pequeña inclinación. A ti sí que te falta nivel, dijo el ingeniero, ¡vas a saber tú más con ese artilugio que nuestras mediciones controladas por satélite!


Mientras las obras iban adelante otros pequeños problemas se fueron planteando y resolviendo. El colegio mundial de economistas planteó cómo se iba a conseguir el retorno de la inversión, el eterno retorno apostilló el colegio mundial de filósofos, y no les faltaba razón pues una vez que empiezas a pagar no acabas nunca. Muy fácil, lo pagan los beneficiarios del proyecto que serán los campesinos y –aquí metió baza el Banco Mundial– estos pagos estarán garantizados por el Estado, por si acaso se revuelven y no quieren pagar, que casos se han visto. Un economista calculó lo que había que pagar por cada litro de agua llovido por metro cuadrado y recibió el premio Nobel, en cuyo discurso propuso que si se privatizan las nubes esto de cobrar por llover se puede hacer en todas partes. Así que el regadío celestial cayó como un jarro de agua fría –tratándose de regar tampoco viene mal– sobre las espaldas del campesinado local.


Por fin llegó el día de la inauguración. Superfluo relatar la logística y el ambiente de la jornada pues es fácilmente deducible. Pero ¡ay! A veces el destino juega malas pasadas. A primera vista las nubes volaban como una bandada de estorninos hacia la boca del tubo, que las tragaba con suavidad y elegancia, un espectáculo muy televisado y difundido por todo el planeta, mientras cámaras y reporteros esperaban en la otra vertiente la triunfal llegada de las nubes al desierto. A pie de pedregal precavidos reporteros con paraguas hacían sus preguntas a los pocos curiosos que pasaban. Pasa el tiempo y nada, las nubes que no llegan.


No llegan porque en el tubo se armó un atasco del demonio con tantas nubes nerviosas y apretujadas, así que se llovieron dentro del túnel y cosa extraña, el agua fue a parar a la boca de entrada, desparramándose por donde no estaba previsto. El peón que había sido albañil tenía razón, el tubo estaba desnivelado. ¡No puede ser! Sí puede ser, porque en las medidas tomadas por satélite la altura se midió sobre el nivel del mar, pero unos lo hicieron sobre el Atlántico y otros sobre el Pacífico, por aquello de evitar conflictos diplomáticos, y no están al mismo nivel, por poco, pero no están al mismo nivel, lo saben los geógrafos, pero parece que los proyectistas no tenían ninguno a mano.


Nada, nada, un leve contratiempo, hay que aprender de los errores, y decidieron corregir el error con unas obritas que nivelaran el tubo. Después de la magna obra aquel arreglo era perfectamente asumible, qué digo asumible, era imprescindible si querían evitar la ruina y un vergonzante fracaso. Total, otro año de trabajo.


Acabar el cuento es cosa vuestra. Elegid el final A o B



Final A

Mientras hacían el apaño, nuevos nubarrones se cernían sobre el proyecto por culpa del Antropoceno. Cuando solo faltaba un par de meses para la segunda y definitiva inauguración el equipo de ingenieros, geólogos, geógrafos –a los que ahora tenían muy en cuenta– y climatólogos oteaban con inquietud el cielo. Estaba pasando algo raro, las nubes cada vez estaban más altas, andaban ya 500 metros por encima de la influencia de los supermega aspiradores. Cosas del cambio climático que nadie había tenido en cuenta, tanta preocupación por la tecnología y ninguna por el Planeta.


No preocuparse, dijeron los geógrafos, dentro de uno o dos años las nubes traspasarán ellas solitas las montañas, y lloverá en el desierto de Atacama, que era lo que se buscaba ¿no? Tu estás tonto, espetó sollozando el ingeniero jefe al geógrafo portavoz. Y ahora, ¿qué va a ser del proyecto? ¿Quién va a apagar los platos rotos? No son platos, señor ingeniero jefe, son nubes y van, como es lógico, a su aire.


La bancarrota económica fue un vendaval que se llevó por delante los bancos, los fondos buitre, y toda clase de inversores que habían apostado por aquel proyecto ilusionante y muy rentable en beneficio de la humanidad. Ilusos ellos. La última palabra la dijo un climatólogo, no llueve al gusto de todos.


Los tres mosqueteros, como no habían puesto nada, siguen siendo los más ricos del mundo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado, mientras la crisis económica mundial sigue su curso como siempre.



Final B

Finalmente, por fin, que es lo mismo, llegó el día de la inauguración, y como se había hecho en la primera y fallida inauguración (ver arriba) fue todo un despliegue de medios y cobertura. Los intrépidos periodistas que estaban provistos de paraguas a pie de pedregal los abrieron a tiempo, vieron llover y realizaron sus entrevistas. El agua de lluvia, tal como predecían las simulaciones informáticas con la ayuda de los satélites, se distribuía suave, pausada, equitativamente sobre el desierto de Atacama, que entregaba, tras centenares de años, su pródiga riqueza al ancho mundo.


Ahora tocaba cultivar, pero el desierto –como su propio nombre indica– estaba desierto de campesinos, así que hubo que organizar la colonización del ex-desierto. Unos alegremente, otros un poquitín forzados desde la frontera de México con Estados Unidos, fueron llegando y ocupando sus parcelas. Dentro de un año cada familia campesina tendrá su propio chalet con piscina, les decían mientras les entregaban los títulos de propiedad, cartones y hojalata para que se fueran apañando. Y así fue, aquello se convirtió en un vergel, pero cuanto más producían, más bajaban los precios como suele ocurrir. Lo que vino después fue peor, cuando el consejo mundial de economistas les pasó el recibo del agua, bastante inflado, por cierto.


Tal como maliciaba el Banco Mundial, pues se negaron a pagar, y ahí comenzó la gran revuelta campesina, que puso patas arriba la economía mundial. Los tres mosqueteros como no habían puesto nada, siguen siendo los más ricos del mundo



Si como sospechamos has leído los dos finales, elige el que prefieras y manda tu solución A ó B a blablaba@atacama.com


Autores

Alba y Joserra

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