Fuente Wikipedia
La madrugada del 14 de abril
En la madrugada del lunes al martes el conde de Romanones envió una nota al rey en la que le pedía que por la mañana reuniera al Consejo de ministros y «el mismo reciba la renuncia del Rey». Esa misma madrugada el rey telefoneó al subsecretario del Ministerio de la Gobernación, Mariano Marfil para exigirle que disolviera la concentración que se había formado en la Puerta del Sol, pero este le contestó que el capitán al mando le había dicho que no «puede ordenar a la fuerza que salga, porque los soldados no le obedecerían». «Es lo que me quedaba por saber», le respondió el rey. Al rato le vuelve a llamar para que le busque una ruta de salida segura para abandonar España (que será la de Cartagena) y para que le prepare un coche de escolta para la tarde. Marfil a continuación habló con el general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil.
La (fallida) proclamación de la República en Vigo
Tal y como dejó escrito en sus memorias el marqués de Hoyos, entonces ministro de Gobernación, se izó la bandera tricolor a la 1:00 del 14 de abril en la casa consistorial de Vigo. A esas horas miles de personas se habían congregado en las calles y en varios cafés de la ciudad sonó la Marsellesa como símbolo de los valores republicanos. La proclamación la hicieron simpatizantes republicanos que entraron en la casa consistorial burlando la seguridad. Sin embargo, la bandera fue retirada por la Guardia Civil alrededor de la 1:45
La proclamación de la República en Éibar
Éibar fue la primera ciudad en alzar la bandera tricolor (y allí permaneció), la madrugada del martes 14 de abril de 1931, a las seis y media de la mañana. La corporación municipal recién elegida en las elecciones del domingo (10 concejales socialistas, 8 republicanos y 1 del PNV) proclamó la Segunda República. La bandera tricolor fue izada por el concejal más joven de la recién elegida corporación, Mateo Careaga, que era miembro del Grupo de Acción Republicana. Este hecho suponía una profunda transformación de la distribución del poder ya que por primera vez accedieron a él las clases medias y los trabajadores. Cuando se confirmó la proclamación en Barcelona, el pueblo se concentró frente al ayuntamiento para retirar la placa con el nombre de Plaza de Alfonso XIII y colocar la nueva placa de Plaza de la República, improvisada en cartón.
La proclamación de la República en Valencia
Tras Éibar, a lo largo del martes 14 de abril se proclamó la República desde los balcones de los ayuntamientos de las principales ciudades ocupados por los nuevos concejales. Un ejemplo de lo que ocurrió aquel día lo constituyó Valencia. A lo largo de la mañana del 14 de abril las calles de la ciudad se fueron llenando de gente que celebraba el triunfo de la candidatura republicana-socialista, llamada Alianza Antidinástica, que estaba liderada por el blasquista Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA) cuyo máximo dirigente era Sigfrido Blasco-Ibáñez, hijo del fundador del partido, el conocido político y escritor Vicente Blasco Ibañez, que había fallecido tres años antes. Los otros partidos que integraban la Alianza Antidinástica, que había obtenido 36 738 votos y 32 concejales (frente a los 12 420 votos y 18 concejales de los monárquicos), eran el PSOE, la Derecha Liberal Republicana, el Partido Reformista, y el partido valencianista Agrupación Valencianista Republicana. Una novedad que se apreciaba aquella mañana era que, a diferencia del día anterior en que la Guardia Civil había disuelto a los manifestantes que gritaban “¡Visca la República!” causando varios heridos, ahora se limitaba a mirar sin intervenir. Los partidos de la Alianza Antidinástica, que formaron una Junta Provisional Republicana, repartieron octavillas anunciando que la República era ya un «hecho definitivo» y pidiendo que si el Ejército aparecía en las calles se le vitoreara, porque «ya no es la milicia de pretor, es el Ejército de la Nación y merece todos los respetos».
A las cuatro de la tarde la multitud se concentró frente a la sede del diario del PURA El Pueblo, en la calle Don Juan de Austria, donde se encontraban reunidos los concejales republicanos electos y la Junta Provisional Republicana, esperando noticias de Madrid. A continuación la Junta Provisional Republicana y los concejales electos encabezados por Sigfrido Blasco-Ibánez se dirigieron hacia el Ayuntamiento para tomar posesión del gobierno de la ciudad. Allí Sigfrido Blasco-Ibáñez proclamó la República ante la multitud que se congregaba en la plaza de Castelar y eran izadas la senyera y la bandera republicana. Después se formó una manifestación encabezada por la Junta Provisional Republicana que se dirigió, primero, a la sede del gobierno civil y, después, a la Capitanía General, para pedir que fuera izada la bandera republicana en los dos edificios, a lo que tanto el gobernador civil, Luis Amado, como el capitán general, Eladio Pin Ruano, se negaron, mientras no recibieran órdenes de Madrid. Durante esa tarde las funciones de los teatros y de los cines fueron interrumpidas para oír la Marsellesa y el Himno Regional Valenciano, y algunos grupos se dedicaron a pintar de morado las banderas de los estancos y las que señalaban las paradas de los tranvías.
A las nueve de la noche los concejales y los dirigentes de los partidos de la Alianza Antidinástica se reunieron en el Ayuntamiento (invadido por la multitud que llenaba las escaleras, los vestíbulos y los salones, y que también abarrotaba la plaza de Castelar) y allí eligieron como alcalde provisional de la ciudad a Vicente Marco Miranda. Asimismo se redactó un bando “Al poble valencià” en el que se decía: “La República ha estat implantada per la via legal, donant al món un exemple únic en la Història. Que la seua defensa i consolidació siguen també exemplars” (“La República ha sido implantada por la vía legal, dando al mundo un ejemplo único en la Historia. Que su defensa y consolidación sean también ejemplares”). Cuando estaban reunidos se recibió un telegrama de salutación de Francesc Macià (el líder de Esquerra Republicana de Cataluña, que acababa de proclamar la “República Catalana” en Barcelona) dirigido al “poble valencià, unit a Catalunya per gloriosos vincles històrics de sang i de llengua” (“unido a Cataluña por gloriosos vínculos históricos de sangre y de lengua”). La respuesta del nuevo alcalde Marco Miranda fue: “València correspon salutació Catalunya admirable en un abras de germanor, cridant visca el poble català, visca Espanya republicana” (“Valencia corresponde saludo Cataluña admirable con un abrazo de hermandad, gritando viva el pueblo catalán, viva España republicana”). El día siguiente, 15 de abril, fue declarado festivo, y por la tarde hubo un desfile militar encabezado por el propio capitán general que delante del Ayuntamiento rindió homenaje a la nueva bandera.
Madrid: proclamación de la República y caída de la Monarquía
A primeras horas de la mañana del 14 de abril el general Sanjurjo, director de la Guardia Civil se dirige a la casa de Miguel Maura donde se encuentran reunidos los miembros del "comité revolucionario" que no estaban exiliados en Francia, ni escondidos: Niceto Alcalá-Zamora, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Santiago Casares Quiroga, y Álvaro de Albornoz. Nada más entrar en la casa el general Sanjurjo se cuadra ante Maura y le dice: «A las órdenes de usted señor ministro». Inmediatamente avisan a Manuel Azaña y a Alejandro Lerroux, que se hallaban escondidos en Madrid desde hacía meses, para que acudan a casa de Maura (los cuatro miembros del "comité" que se hallaban en Francia, Diego Martínez Barrio, Indalecio Prieto, Marcelino Domingo y Nicolau d'Olwer, iniciarán enseguida su vuelta).
Por su parte el rey Alfonso XIII hacia las once de la mañana le pide al conde de Romanones, viejo conocido de Niceto Alcalá Zamora —este había sido secretario del conde—, que se ponga en contacto con él «para convenir los detalles del tránsito de un régimen a otro, y además para revisar lo referente a mi viaje y al de toda mi familia». A la una y media del mediodía tiene lugar la entrevista en casa del doctor Gregorio Marañón, que había sido médico del rey y que ahora apoyaba la causa republicana. El conde de Romanones le propone a Alcalá-Zamora, presidente del «comité revolucionario», crear una especie de gobierno de transición o incluso la abdicación del rey en favor del Príncipe de Asturias. Pero Alcalá-Zamora se muestra inflexible. Según el conde de Romanones este le dijo (cursiva en el original): «La verdad se impone: la batalla está perdida para la Monarquía. No queda otro camino que la inmediata salida del rey renunciando al Trono. Lo que a usted le importa es que determinemos los detalles de su viaje y el de toda la familia real. Es preciso que esta misma tarde, antes de ponerse el sol, emprendan el viaje». En caso contrario, «no respondía de la vida de los Reyes [...] pues el ánimo de la muchedumbre se exacerbaba por momentos». Como argumento definitivo Alcalá Zamora le dijo: «Poco antes de acudir al llamamiento de usted, he recibido la adhesión del general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil». «Al oírle, me demudé. Ya no hablé más; la batalla estaba irremisiblemente perdida», escribió Romanones poco después. Según otras versiones la respuesta de Alcalá Zamora aún fue más contundente: «Si antes del anochecer no se ha proclamado la república, la violencia del pueblo puede provocar la catástrofe». El conde volvió a Palacio a informar al rey y Alcalá-Zamora se fue a casa de Maura, donde conoció con el resto de miembros del «comité revolucionario» la proclamación del "Estat Català" que había hecho Macià en Barcelona.
Cuando hacia las doce y media el conde de Romanones se marchaba de Palacio para cumplir el encargo del rey se encontró con los ministros Bugallal y La Cierva que esperaban ser recibidos por el monarca para que le encargara al segundo la formación de un nuevo gobierno. Se quedaron perplejos cuando Romanones les dijo: «Esto se ha concluido. El Rey ha decidido marcharse». Cuando por fin fueron recibidos por Alfonso XIII se produjo una violenta conversación entre el rey y La Cierva, pues este insistió en que no podía ni debía abandonar el país, pero no lo convenció.[ La reunión del Gobierno presidido por el rey tuvo lugar por la tarde y fue de puro trámite. Durante la misma el conde de Romanones recibió un mensaje de un ayudante del rey que decía: «El señor Alcalá Zamora acaba de anunciar que si antes de las siete de la tarde no se entrega el poder a la República, no responde de nada de lo que ha ofrecido». La Cierva hizo un último intento de incitar a la resistencia pero el propio monarca y los ministros militares le respondieron que sería «peligroso» e «inútil» pedir al Ejército que interviniera. El rey leyó el mensaje, redactado por Gabriel Maura, que pensaba dirigir a la nación y se despidió de los ministros anunciando su salida para Cartagena.
El diario vespertino La Nación, órgano de la primorriverista Unión Monárquica Nacional (UMN), publicó una entrevista con su líder, el conde de Guadalhorce, en la que decía que se debía «guardar el orden a todo trance» y «apurar la vía legal» celebrando las dos siguientes elecciones previstas, las provinciales y las generales, «y lo de que ellas resulte debe ser acatado por unos y otros». Terminaba haciendo un llamamiento a todos los monárquicos para «ayudar al rey, prestándole toda clase de apoyos». De hecho los dirigentes de la UMN —todos ellos, como el propio conde de Guadalhorce, José Calvo Sotelo o José Yanguas Messía, exministros de la Dictadura de Primo de Rivera— se habían reunido por la mañana para ofrecerse al Gobierno «para fortalecer su resistencia» y en cuanto conocieron la postura del ministro La Cierva la elogiaron y la apoyaron —resistencia a ultranza aunque hubiera víctimas, defendió Calvo Sotelo—. Por temor a que se les exigieran responsabilidades por su participación en la Dictadura de Primo de Rivera, la mayoría de estos exministros abandonarían esa misma tarde Madrid con destino a Portugal en cuanto supieron que el rey Alfonso XIII había decidido expatriarse.
A primeras horas de la tarde, poco antes de que el Gobierno iniciara su última reunión, unos funcionarios socialistas izaron la bandera tricolor republicana en lo alto del edificio de Correos y Telégrafos de la plaza de las Cibeles. Corrió la noticia y una multitud se concentró en la plaza, para desde allí dirigirse por la calle de Alcalá hacia la Puerta del Sol, donde se encontraba el Ministerio de la Gobernación. Muchos portaban banderas republicanas y algunos retratos de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, ejecutados por la sublevación de Jaca. Un grupo derribó la estatua de la reina Isabel II de su pedestal y la arrastró hasta el convento de las Arrepentidas. Otra muchedumbre se congregó frente al palacio de Oriente, pero decenas de jóvenes con brazaletes rojos, la mayoría de ellos obreros socialistas, formaron un cordón uniendo sus brazos para impedir que la gente se aproximara y allí estuvieron de guardia durante toda la noche.
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